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Pintura y mosaico

El mosaico de Alejandro Magno

“Monumental mosaico (5’82 m. de longitud) de millares de diminutas teselas. Traslada con virtuosismo una pintura mural del primer Helenismo al suelo de la exedra de la Casa del Fauno en Pompeya. El modelo se supone obra de Filóxeno de Eretria quien pintó, dice Plinio, una “batalla de Alejandro contra Darío”...

Alejandro irrumpe a la izquierda sobre su caballo Bucéfalo sembrando el pánico entre las filas persas. Se enfatiza el tumulto, la sorpresa el desorden de la huida, el griterío y la muerte que reflejan gestos y miradas. Es protagonista el sufrimiento, el pathos. El triunfo de Alejandro se narra desde el contraste y mutabilidad de la fortuna, encarnada en Darío que contempla el desastre sobre su monumental y desbocado carro de guerra. El movimiento físico, la huida se precipita hacia la derecha. Pero las miradas giran hacia Alejandro, cuya coraza frontal brilla bajo los destellos del sol que le acompaña. Las largas lanzas sesgadas (las pesadas sarisas de la época) resaltan la dirección de las miradas y la fuga.

Alejandro atraviesa el cuerpo de un noble persa. El herido agarra la lanza que le hiere; quiso bajar de su caballo moribundo y encontró la muerte. Darío se vuelve alarmado y comprende, en la muerte del amigo, la derrota. La multiplicidad del sufrimiento individual refleja lo colectivo desde espejos diversos. Un persa caído junto al carro contempla su propio rostro reflejado en el escudo. En el extremo derecho, otro guerrero tumbado ve llegar la muerte bajo las patas de la cuadriga real...

OLMOS, R: El arte griego. En RAMÍREZ et alt: Historia del Arte. Alianza Editorial. Madrid. 1996, pág. 291